Análisis de la cadena nacional del presidente Lasso sobre el juicio político en su contra por peculado

Publicado el 3 de abril de 2023 a las 18:46 Ningún comentario

El grupo de gente humilde, ubicada detrás del presidente, está desatenta a su palabra, su actuación se ve producida, los aplausos parecen sincronizados por un director externo al grupo y se percibe que estas personas han sido forzadas a estar ahí, pues no hay emoción ni respeto en sus caras.

La bandera mal colgada, el presidente mal vestido y mal peinado transmiten descuido y debilidad.

Su esposa, parada abajo y al lado del presidente, luce como un convidado de piedra, está inusualmente mal vestida, se ve las manos, no sabe estar, no logra sostener la mirada y hace un esfuerzo por parecer atenta, pero no logra conectar con la cámara ni con su esposo, a quien nunca mira.

Seguramente la intención de presentarlos tan «empobrecidos» busca generar empatía con los realmente empobrecidos, pero no logran que la gente muerda el anzuelo.

El presidente y su equipo no han comprendido que en este momento de crisis se requiere y espera un líder fuerte y confiable, que dé esperanza y transmita seguridad, no se necesita ni se quiere a un presidente que se muestra frágil, auto referido y que se lamenta de lo malos que son sus enemigos, tan malos que le han planteado un juicio político por peculado.

La fragilidad del presidente se acentúa por la falta de sus ministros, da la impresión de que ha sido abandonado por ellos, por las Fuerzas Armadas y por la Policía Nacional.

El discurso es reiterativo y excesivamente largo, sin elementos, datos, ni batutas que le aporten credibilidad o produzcan confianza.

La auto invocación constante de su inocencia es contraproducente para el presidente: Lasso parece culpable precisamente porque se justifica excesivamente.

Demasiado personalismo y alusiones a su hogar, su esposa, sus hijos, sus nietos, el honor familiar, etc. Mucho yo, yo y yo. Queda claro que el país, las crisis y los ciudadanos no formamos parte de sus preocupaciones.

Ni el contenido, ni el tono, ni el ritmo del discurso generan confianza, esperanza o entusiasmo. No hay emoción ni convicción en sus palabras.

Con este tipo de comunicación política el presidente se perjudica a sí mismo y llega aún más débil a las puertas del juicio político.

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